George King deseaba predicar, pero toda vez que enfrentaba a un grupo de personas, tartamudeaba, balbuceaba y se olvidaba de lo que iba a decir… Sin embargo se encontró la solución: iría de casa en casa, regalaría folletos y hablaría tranquilamente a la gente en sus hogares acerca del regreso del Señor.

El Rey que no podía predicar

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